domingo, 5 de febrero de 2012

Fresquito

¿Dije duro invierno? Pues no sabía la que nos esperaba. Cuando escribí la anterior entrada creo que hacían unos siete u ocho grados bajo cero, vamos, unas temperaturas de lo más agradables para todo aquél que aprecia el aire fresco y gusta de dedicarse a las actividades de aire libre típicas de esta época del año, pero ahora nos ha llegado un frente helado de Siberia y toma, menos veinte grados de sopetón. Es como si en España de un día para otro pasara de diecesiete a treinta grados, pero al revés, claro. Lo que cuenta es el cambio y esto ha sido mucho cambio.

Nada, lo de llevar el frío es cuestión de abrigarse y de acostumbrarse. Y si hace falta, se le echa una pizca de enajenación mental y de mala hostia. Por ejemplo, antesdeayer hacía menos veintidós pero aún así te llevé por primera vez conmigo a clase de canto. No tuve más remedio, tu padre tenía no sé qué banquete súperimportante con cientos de invitados y mil cosas que coordinar. Pues nada, kilos y kilos de ropa, dos mantas, y al carricoche. Al final ni se te veía la punta de la nariz y creo que hasta pasaste calor. En fin, así me presenté a clase, con las partituras en una mano y el capazo la en otra, como si nada. Menos mal que el profesor es muy majo y no le importó. Qué le iba a importar, te portaste fenomenal, como de costumbre. Te pasaste la hora entera tumbada boca arriba en el suelo, mordisqueando tu sonajero favorito y mirando a tu mamá que pegaba gritos raros. A acostumbrarse hija, a acostumbrarse.


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