Nos quedan dos días de 2012, nena. Estoy intentando hacer el recuento de lo que ha pasado este año y aunque me parece que sus doce meses han pasado con velocidad supersónica, como siempre, también es verdad que el año ha estado tan lleno de vivencias y experiencias que podrían ser dos en vez de uno. Por ejemplo, en este período relativamente corto de tiempo has aprendido una cantidad alucinante de cosas. Entre otras cosas a reconocer un montón de palabras, a andar y a corretear, a sentarte sola al orinal, a subirte a las sillas y a jugar a la pelota. Has empezado a usar tus manos para agarrar, pinchar, apretar, saludar, jugar, acariciar, tirar, lanzar, comer, hacer palmas y muchas cosas más. Has demostrado tener sentido del humor, como cuando vienes a escondernos algún objeto debajo de la ropa a modo de broma. ¡Y nosotros siempre te seguimos la corriente, claro! Vamos, nena casi quincemesina, me tienes alucinada y orgullosísima.
Tengo que contar una anécdota de hoy, aunque sólo sea resumirla en unas palabras para acordarme más tarde, porque ha sido uno de los momentos más mágicos del año. Resulta que estamos pasando las Navidades y Año Nuevo en casa de tus abuelos de Torrevieja, osea mis padres. Esta tarde te estábamos dando un baño papá y yo, o más bien estábamos los tres jugando a lo lindo con tus juguetes de agua, cuando tú, entre risas y chillidos, te agachaste a beber del agua de baño y nosotros a negar y a hacer gestos de asco con la lengua. ¡Uy, qué juego más divertido! En un plis estábamos todos haciendo pedorretas y otros ruidos varios, todos muy maleducados, para tu grandísimo deleite. Ay esas risas y esos chillidos, qué ricos y qué contagiosos!